Al final de un puente, en la vía Alausí-Huigra, una decena de perros permanecen abandonados y a la espera de quienes llegan a darles comida. Foto Turisec

Un comedero de madera con techo de zinc y varias tarrinas y fundas desperdigadas en el piso llaman la atención de los usuarios de la vía Alausí-Huigra. Al notar la presencia humana, tres perros salen desde los matorrales moviendo sus colas. Esperan comida. Su presencia hace recordar la historia del can Hachiko, de Japón, que murió esperando a su dueño, por 10 años, en una estación de tren.

“La calle duele !ayúdanos! Necesitamos agua y comida”, advierte un letrero que tiene dibujado un can y está pegado a un costado del puente bailey sobre el río Blanco, que separa las parroquias Huigra y Sibambe, en Chimborazo.

Es un llamado a ser solidarios con aquellos perros abandonados, que sobreviven bajo los matorrales y tienen diferencias con la historia del perro Hachiko. Vecinos del sector afirman que están ahí, en esa parte de Huigra, desde hace unos dos años.

hachiko el perro de huigra

Un pequeño letrero, por pocos visto, deja ver un mensaje que pide apoyo para los perros que viven en el abandono.

Esperan a diario por comida 

Alfredo Caguana es el habitante más cercano al puente donde están los perros solitarios y relata que de pronto aparecieron, pero no sabe quién los abandonó.

Asegura que por las noches escucha los aullidos y que cuando alguien no les regala comida ellos salen en busca de subsistencia a zonas aledañas.

Luis Méndez, quien hace fletes en una camioneta en Huigra, conoce algo más de la historia de los guardianes del puente sobre el río blanco, a solo 5 kilómetros de Huigra.

Dice que no se sabe quien pero abandonó en aquel lugar a una perra preñada, que posteriormente parió como cinco crías. Ellos y la madre empezaron a despertar lastima de los conductores y vecinos quienes le regalan comida.

Indica que para la fecha ya serían tres camadas y sumarían una decena de ejemplares que son semisalvajes. Tampoco tienen un nombre que los identifique.

Los canes no solo llaman la atención de los vecinos sino hasta de los turistas y viajeros que utilizan dicha vía en las zonas turísticas de Alausí y Huigra.

Méndez cuenta que han llegado incluso animalistas que han logrado atrapar a algunas hembras y las han esterilizado. Pero aquellas que no fueron tratadas siguen reproduciéndose como una que hace unas cinco semanas parió alrededor de seis críos.

A las hembras las esterilizaron 

hachiko el perro de huigra

Los canes abandonados viven bajo unos matorrales y cada que escuchan que se detiene un carro salen a ver comida. 

Las escenas cotidianas de los perros abandonados conmueven. Cuando una persona desciende del vehículo para brindarles comida, ellos salen por un camino de los matorrales y mueven la cola, pero no se acercan a los voluntarios.

Esperan que ellos se alejen y devoran la donación con ansiedad. Un macho joven color negro es quizás el más amistoso. Ladra y mira fijamente a los solidarios. A él lo llamaremos nosotros Turisec.

Los perros abandonados de Huigra no esperan a su amo que falleció, como Hachiko lo hizo. Su historia es de abandono, de la maldad humana contra los animales, aunque son retribuidos por el cariño de muchas personas.

Caguana indica que uno de los que más se preocupa es un comerciante que vive en la parte alta del puente y comercializa pollos pelados en Alausí. Cuando sale a hacer sus entregas, muy por la mañana, deja las viseras de las aves para que se alimenten los canes.

Si esta historia lo conmovió y alguna vez viaja por turismo o cualquier otro motivo por esta zona, acuérdese de Turisec, el perrito negro, y sus amigos. Lleve comida y agua porque "la vida de la calle es dura".  (I)

Parientes de hachiko sobreviven de la caridad en huigra

Hachiko, una historia mundial

Hachiko era un perro de raza akita que esperó a su amo por 10 años en la terminal del tren del distrito de Shibuya, en Japón.
El perro, que le mostró al mundo el valor de la amistad y la lealtad, nació el 10 de noviembre de 1923 en una granja cercana a la ciudad japonesa Odate. Como un obsequió, Hachiko  llegó a manos de Eisaburo Ueno, un profesor de la Universidad de Tokio. 
Hachiko se volvió amigo inseparable del profesor y a diario acompañaba a su amo a la estación del tren. Cada tarde, cuando el profesor volvía, el can lo esperaba en el mismo lugar y a la misma hora.

Así pasaron dos años hasta que Ueno falleció el 21 de mayo de 1925.
Desde esa fecha,  Hachiko esperó al profesor cada tarde en la estación del tren.
Los comerciantes de la zona y los empleados del ferrocarril, que se dieron cuenta de la situación, trataron de hacerse cargo del animal; incluso, intentaron llevarlo a la casa de su amo, pero siempre regresaba al mismo lugar.
Después de 10 años de espera, el animal murió la mañana del 8 de marzo de 1935.
Hoy, Hachiko es una celebridad. Su cuerpo fue disecado y reposa en el Museo Nacional de Ciencia de Japón, en Ueno, Tokio. En el sitio de espera hay una estatua de él. Una película hace honor a la fidelidad del can. (I)

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