Diversas formas de cumplir con penitencias practicaron los fieles que participaron en la procesión del Jesús del Gran Poder. Fotos Martha Flores y Quito Turismo

Bajo un fuerte sol, miles de personas se concentraron en el Centro Histórico de Quito desde la mañana de este viernes 15 de abril  para presenciar o participar en la procesión de Jesús del Gran Poder, que salió al mediodía. Las muestras de fe se observaron a cada paso. Todos querían dar gracias a Dios por estar vivos, luego de dos años críticos de la pandemia de la COVID-19.

Las estrechas calles del casco colonial lucieron copadas por personas de todas las edades. Nadie sentía miedo al virus, pues confiaban en la protección de Jesús del Gran Poder.

Las cerca de seis horas que duró la procesión se convirtieron en instantes de agradecimiento por las familias, por el país y por la paz en el mundo.

Detrás de cada vestimenta de los participantes había historias que conmueven y que dejan un gran mensaje de reflexión.

Por instantes resulta difícil comprender por qué los integrantes de la procesión llevaban en sus hombros pesadas cruces, arrastraban gruesas cadenas, se flagelaban hasta que brote sangre de sus espaldas; conmovía ver las heridas que provocaba la ortiga, los maderos, así como las ampollas en los pies por el calor del asfalto.

¿Acaso sus pecados son grandes o su fe es infinita? Las respuestas lo dieron algunos de los participantes en este evento de profunda fe. (I)

 

Penitencias con pesadas cruces y flagelaciones por el Jesús del Gran Poder en Quito

'Que Dios nos perdone'

Jhonatan Soria vive en el barrio La Ferroviaria, al sur de Quito. Resolvió cargar una cruz de eucalipto, que pesaba unos seis quintales, según él para enmendar sus pecados.

“Con este sacrificio deseo sentir, en algo, lo que Dios sufrió antes de su muerte y pedirle que la COVID-19 desaparezca y volvamos a la normalidad. Durante la pandemia mi suegro falleció. Es poco lo que se puede hacer para que Dios nos perdone y nos libre de todo mal. Esta pandemia nos permitió comprender que la vida se acaba en un segundo”.

En el recorrido participaron varios integrantes de la familia Soria, quienes imploraron protección, salud y trabajo. Jhonatan es carpintero y también labora en la construcción.

“Al momento de iniciar el recorrido prometí que seguiré con esta penitencia hasta cuando Dios lo permita”, manifestó, mientras en su rostro era evidente el cansancio, pero la fe le daba fuerzas para seguir adelante. (I)

Penitencias con pesadas cruces y flagelaciones por el Jesús del Gran Poder en Quito

'Dios me dio otra vida'

Procesión de Jesús del Gran Poder en Quito

Luis Alfonso tiene 38 años y vive en la parroquia Calderón. En agradecimiento a que Dios le brindó una segunda oportunidad de vida, él decidió ser parte de la procesión. Se enfermó con COVID-19 y durante dos meses permaneció entubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Los médicos le enviaron al hogar sin ninguna esperanza de vivir.

Se encomendó al Jesús del Gran Poder y con medicina natural se curó. Por esta muestra de amor por parte de Dios, él llevó una cruz de bambú, en su cabeza se colocó una corona de alambre de púa y sus pies arrastraban unas cadenas, que lastimaban sus tobillos. (I)

Con un madero con hortiga 

Jhonatan Chiluisa vive en Toctiuco. Tiene 35 años y labora en la construcción. También cargó una enorme cruz en su hombro, de tres quintales. A pesar del dolor que se reflejaba en su rostro su meta era concluir la procesión, porque era su promesa. “Hago esto porque cometí un pecado grande y espero que Dios me perdone y me brinde la oportunidad de cambiar. La pandemia me enseñó que debemos ser mejores personas, porque la vida se termina en cualquier momento y hay que estar en paz y con la conciencia tranquila”, expresó.

Mientras, Brayan Quinchiguano tiene 22 años y vive en la Ferroviaria. En la procesión cargó un madero en sus hombros forrado con ortiga. “De esta forma deseo agradecerle a Dios por todos los favores que recibo cada día y por cuidar a mi familia. Mi mamá se enfermó por dos ocasiones de la COVID-19 y ahora está bien. Siempre me encomendé al Jesús del Gran Poder y le prometí participar de esta forma. Este año, mi fe es más fuerte, ya que participó en las procesiones desde hace cuatro años”. (I)

Toda la fe por la salud

Bladimir Cadena cuenta con 41 años y es parte de la procesión desde hace 30 años. “Participo en agradecimiento, porque mi hijo tenía cáncer y Dios escuchó mis plegarias, vio mis lágrimas y mi angustia, por eso estoy aquí y seguiré hasta que pueda, porque un padre hace todo por sus hijos”.

Él resolvió vestirse de cucurucho, pero su torso estaba desnudo para flagelarse con un cabresto, elaborado con la piel de ganado vacuno. En su espalda se observaba las cicatrices que dejaron este acto penitencial. “Este dolor que siento en comparación con la vida de mi hijo, es mínimo”. Su padre, Jorge Cadena, de 60 años, también se flageló al igual que sus hermanos.

En cambio, Javier Chicaiza, de 37 años, y habitante de Cochapamba optó por llevar cadenas en sus tobillos y en su cuerpo. “Con este sacrificio siento, un poco, el dolor que padeció Jesús antes de ser crucificado”. Participa desde los 12 años.

“Las cadenas pesan unos 20 kilos,  pero son livianas frente al dolor que sintió Jesús”, mencionó.

Antes de iniciar la procesión, Javier le pidió a Dios que le tenga en su reino a su padre, quien falleció con COVID-19. También solicitó salud para su madre, que sufre de diabetes y para toda su familia. (I)

Desapareció una  patología

Procesión en Quito con el Jesús del Gran Poder

Luis Pilataxi llegó al Centro Histórico desde el barrio la Nueva Aurora. Él sufría neurocisticercosis, que ataca al cerebro. Los médicos le detectaron el mal hace 15 años, pero se encomendó a Jesús del Gran Poder y, con el paso de los años, la patología desapareció, provocando asombro entre los galenos. “Por este motivo cada año participo en la procesión y espero hacerlo por muchos años”, dijo.

En cambio, Borifor Guevara tiene 64 años y labora en el área de limpieza en una empresa privada de la capital. Desde hace 20 años es parte de la procesión como soldado romano. “Jesús del Gran poder me regala salud, trabajo y bienestar. Es una gran ilusión volver a participar en la procesión de forma presencial. Mi corazón se llena de alegría y de mucha fe”, resaltó. (I)

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