Desde los ancestros se lo llama Taita Chimborazo y, hoy en día, las comunidades asentadas en sus faldas ofrecen opciones de turismo comunitario.

POR: MARÍA JOSÉ OLMOS

Más que el frío o el soroche, las faldas del Taita Chimborazo son un mundo de sorpresas para quienes no estamos acostumbrados a la altura. Las advertencias hacen temer: lleve ropa súper abrigada, cúbrase el rostro, no camine rápido, le va a faltar el aire y más. Pero llegar al primer refugio y recorrer algunos atractivos de la zona es una experiencia maravillosa.

Para quienes no estamos acostumbrados a la altura, sobre todo si vamos de Guayaquil u otras ciudades de la Costa, es una aventura agradable, enriquecedora, inolvidable.

El punto de partida de nuestro recorrido empezó en Riobamba, la Sultana de los Andes, que tiene al Chimborazo como su bien más preciado. El la vigila, la embellece, la ve dormir y despertarse. Por eso, una invitación de la Dirección de Turismo del Municipio de Riobamba tuvo en su agenda la visita al nevado.

Allí, el aire helado llega hasta el alma, pero la emoción es más intensa y hace que el frío se aplaque.

El comienzo, en La Chorrera

Faldas del Taita Chimborazo

El Cañón de La Chorrera está a un costado del la vía Riobamba-Guaranda, en camino al Chimborazo.

Nuestra travesía comenzó a las diez de la mañana de mediados de noviembre. El camino nos condujo hasta el cañón La Chorrera, frecuentado por amantes del senderismo y de los deportes de alto riesgo, donde el turismo de aventura cobra especial protagonismo.

El guía local Olmedo Cayambe nos dio la bienvenida e hizo una invitación a turistas nacionales y extranjeros para que visiten el Taita Chimborazo y conozcan su riqueza natural. Estábamos en las faldas del nevado, a una altitud de 3.800 metros sobre el nivel del mar. A pesar de que el cielo estaba nublado, la majestuosidad del Chimborazo se imponía con fuerza.

Durante la caminata, el guía explicó que, debido al cambio climático, el glaciar ha sufrido un deshielo considerable. Por ello habría perdido algo de su altura de 6.310 metros.

Uno de los datos más destacados que aprendimos es que al Chimborazo se le considera la montaña más alta del mundo, si se mide desde el centro de la Tierra. Además, su cumbre representa el punto más cercano al Sol. Estas características únicas hacen que las condiciones climáticas sean extremas y, en los últimos años, aún más difíciles debido a los cambios ambientales.

El guía también señaló que, para quienes desean ascender a la montaña, las condiciones actuales representan un reto cada vez mayor. Por esta razón, es fundamental tomar todas las precauciones. En este sentido, las comunidades locales han fortalecido su oferta turística con guías profesionales: guías locales, guías nacionales y guías especializados en aventura.

Finalmente, destacó que muchos miembros de las comunidades cercanas han recibido capacitaciones específicas en manejo de glaciar y cuentan con certificaciones que garantizan la seguridad de los visitantes. Gracias a este esfuerzo comunitario, el turismo en el Chimborazo no solo promueve la aventura, sino también la responsabilidad, el cuidado del entorno natural y la protección de uno de los patrimonios más valiosos del país.

Para contactar al guía Cayambe, comunicarse con el WhatsApp 0992653499.

Llegada al primer refugio

En las faldas del Chimborazo

El refugio Hermanos Carrel es el último punto de llegada en carro en la ruta hacia el glaciar del Chimborazo.

Continuamos en auto hasta donde el volcán lo permite. Desde allí, el paisaje se vuelve más imponente: el aire era más frío, la neblina cubría parcialmente el entorno y la sensación de altura se hacía evidente en cada paso. Este tramo final marcó un momento clave del recorrido, ya que nos permitió apreciar de cerca la fuerza de la naturaleza y comprender las limitaciones que impone el propio volcán para proteger su ecosistema.

En ese lugar, el guía Cayambe reforzó la importancia de respetar las normas de acceso y de cuidar este espacio natural, recordándonos que el Chimborazo no solo es un destino turístico, sino también un símbolo cultural y ambiental para el país. La experiencia, aunque exigente por la altitud, resultó profundamente enriquecedora y nos dejó una reflexión clara sobre la necesidad de conservar y valorar nuestros volcanes y montañas.

Habíamos llegado al Refugio Hermanos Carrel. Este lugar cuenta con restaurante y servicio de hospedaje, con una capacidad aproximada para 34 personas, distribuidas en camas tipo literas. El valor del hospedaje es de 40 dólares para turistas extranjeros y 45 dólares más IVA para turistas nacionales. Incluye desayuno y cena.

Muchas personas llegan hasta este refugio, principalmente para aclimatarse al clima y a la altura, como preparación previa antes de intentar el ascenso hacia la cima del Chimborazo. Lo más recomendable es pernoctar en Riobamba y salir temprano, por la ruta Riobamba-Guaranda. Se recorre cerca de una hora y está la entrada al refugio, a mano derecha.

En el refugio nos ofrecieron un refrigerio que incluía un sánduche y bebidas calientes como té de coca, chocolate caliente o café. Estas ayudan al cuerpo a adaptarse mejor a la altura antes de continuar el recorrido hacia el primer punto de caminata conocido como La Pirámide, donde se encuentran representados los cuatro puntos cardinales. Este sitio se ubica a unos 4.800 metros de altura y es uno de los puntos más visitados por los turistas.

Alrededor se aprecia la flora de las faldas del Taita Chimborazo, como la chuquiragua, una planta muy llamativa conocida como la flor de los Andes ecuatorianos. También está la valeriana, que fue ampliamente utilizada durante la pandemia por sus beneficios curativos, y el taraxaco. A lo lejos se aprecian especies de la fauna del lugar como las vicuñas; que conviven con los venados de cola blanca, lobos del páramo, aves como los curiquingues y el colibrí llamado picaflor del Chimborazo, una especie endémica.

Manejo por 12 comunidades

En las faldas del Chimborazo

En el refugio se ofrece hospedaje. Lo usan, sobre todo, quienes desean aclimatarse para escalar la montaña.

El coloso, sus faldas y toda el área adyacente forman parte de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo. Esta cuenta con varios atractivos turísticos que complementan la visita, como el lago del Chimborazo y el templo Machay, espacios que permiten a los visitantes disfrutar de la naturaleza, la cultura y la espiritualidad del lugar.

Actualmente, el Refugio Hermanos Carrel es administrado, mediante entrega oficial de parte de Ministerio del Ambiente, por la Cooperativa de Servicios Turísticos de la Reserva de Producción de Fauna Chimborazo, integrada por doce comunidades pertenecientes a las provincias de Chimborazo, Tungurahua y Bolívar.

Esta organización comunitaria fue creada con el objetivo de gestionar y administrar el primer refugio del Chimborazo, promoviendo un turismo responsable y sostenible que beneficie tanto a los visitantes como a las comunidades locales.

La Moya apuesta al turismo

En las faldas del Chimborazo

En la comunidad La Moya se conservan las tradiciones. Allí, un menor toca la bocina como lo han enseñado sus mayores.

Llegar al segundo refugio requiere una caminata de al menos una hora, pero por falta de tiempo emprendimos el descenso y nos dirigimos a la comunidad La Moya, al este del volcán. A nuestra llegada, fuimos recibidos cálidamente por tres representantes comunitarias, quienes nos dieron la bienvenida y compartieron parte de su identidad cultural.

Uno de los momentos más significativos al llegar fue la presencia de un niño que ha retomado la tradición ancestral de tocar la bocina. Esta costumbre, que estaba desapareciendo a causa del uso de celulares y la pérdida de prácticas tradicionales, ha sido recuperada con el objetivo de visibilizar la cultura puruhá. A través de la tonada de la bocina se anuncia la llegada de visitantes o huéspedes a la comunidad, convirtiéndose en un símbolo de identidad y comunicación colectiva.

Los representantes explicaron que la comunidad decidió hacerse visible y fortalecer su turismo comunitario debido a la falta de trabajo y oportunidades, situación que ha provocado que muchos de sus habitantes migren o se desempeñen en otras profesiones como policías o militares. Frente a esta realidad, La Moya apuesta por rescatar su cultura y tradiciones como una alternativa de desarrollo.

Ahí disfrutamos de un delicioso almuerzo tradicional, preparado por los comuneros, que incluyó hornado de chancho y cuy asado, platos representativos de la gastronomía andina.

Posteriormente, visitamos un museo comunitario, donde se expone información sobre la historia de La Moya, su relación con las montañas y su cosmovisión ancestral. En este espacio también se puede observar la vestimenta tradicional y conocer más sobre las costumbres que han sido transmitidas de generación en generación.

Hospedaje por $23 la noche

En las faldas del Chimborazo

La comunidad se ha integrado para ofrecer diversos servicios al turista nacional y extranjero que visita La Moya.

Funciona también una tienda en la que se ofrecen diversos productos elaborados por las mujeres de la comunidad. Destacan tejidos artesanales realizados con lana trabajada por ellas mismas. La lana es teñida de forma natural, utilizando elementos como cebolla, chilca, ajo y cáscaras de eucalipto, lo que demuestra el conocimiento ancestral y el respeto por los procesos naturales. Este trabajo artesanal no solo preserva la tradición, sino que también representa una fuente de ingresos y orgullo cultural para la comunidad.

Después de esta experiencia cultural, conocimos el hospedaje comunitario, el cual fue presentado por María Fernanda, quien extendió una invitación abierta a turistas nacionales y extranjeros para que visiten y se hospeden en la comunidad La Moya.

Las habitaciones son cómodas y adecuadas para el descanso de los visitantes, con un costo aproximado de 23 dólares por persona.

El servicio de hospedaje no incluye alimentación; sin embargo, los huéspedes tienen la posibilidad de preparar sus propios alimentos, ya que el lugar cuenta con cocina equipada. Como alternativa, los visitantes también pueden optar por consumir en el restaurante comunitario, apoyando así a la economía local y fortaleciendo el turismo de la zona. (I)

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